VIII. LOS MENSAJES Y USTED, LECTOR


Este coloquio prologal va llegando a su término. A lo largo de su desarrollo hemos intercambiado lealmente preguntas y respuestas con usted, lector, y está ya allanado el camino para que usted formule su propio juicio. Ahora a usted le toca decidir.
Fracasará, ciertamente, su decisión indicativa, si usted razona por las vías del empirismo escéptico de Hume, o del formalismo agnóstico de Kant, o del racionalismo absoluto de Hegel; porque el principio de inmanencia insito en el pensar de esos filósofos y de toda la ya superada y anticuada filosofía llamada moderna, jamás le permitirá a usted llegar a la realidad que trasciende al pensamiento, ya que, dentro del análisis del pensamiento, usted jamás encontrará otra cosa que pensamiento.
Es la tozuda y robusta sensatez realista, donde la "res" se impone a la "mens", la única sana óptica que a usted le permitirá "ver" esta realidad carismática maravillosa a partir del humilde pero sólido hecho sensible particular y concreto, enraizado en el ser real y mediante el proceso de conceptuación que le permite a usted remontarse a la generalidad de una esencia cierta, realizada en una existencia particular, auténtica y verdadera.
Quiere decir que los hechos sobrenaturales, ocurridos en El Palmar, invisibles para nuestros ojos, son tan ciertos y reales como los hechos físicos que los revelan, porque, en virtud del principio de causalidad y a través de los efectos físicos sensibles y reales, la causa sobrenatural también real y verdadera, se hace visible a los ojos de la inteligencia.
De este modo la calidad sobrenatural se impone al pensamiento honesto. En gran medida este es un problema de seriedad y de honestidad intelectual.
Hasta aquí este prólogo lo ha acompañado a usted, ha cooperado a su información y reflexión, aportándole hechos ciertos y comprobados, documentación seria y razonamientos válidos. Hasta ha procurado señalar la única perspectiva noseológica que estima correcta para el conocimiento humano: la primacía de la realidad sobre la inteligencia.
Pero la decisión es suya.
Si usted juzga que los mensajes son verdaderos, usted los leerá con provecho, los cumplirá con fidelidad y los difundirá con empeño.
Si usted juzga que son falsos o dudosos, puede enviarnos sus razones. Pero, por favor, no deje de cumplirlos, porque su cumplimiento no le traerá a usted ningún perjuicio y en cambio le proporcionará grandes beneficios espirituales, aún cuando los mensajes resultaran, en definitiva, falsos, y mucho más si, al fin, resultan verdaderos.
En caso de duda, cúmplalos ¡por las dudas! Es lo prudente.
Y aunque usted pudiera probar en forma terminante que los mensajes son falsos, aún entonces le conviene cumplirlos porque ellos coinciden con la Revelación y por tanto su contenido es verdadero. Conviene, pues, prepararse a los grandes acontecimientos profetizados en la Revelación, y para ello no hay medios mejores que los indicados en los mensajes.
Hasta aquí el prólogo ha acompañado al lector por el camino de la razón, pero más allá no puede ir.
Porque la razón puede, sí, preparar los caminos de la Fe, pero no puede producirla.
La Fe en los mensajes del Cielo que usted se dispone a leer, no la da la razón, sino únicamente el Cielo. Y la da gratuitamente. Por eso la Fe se llama y es Gracia. No es ni puede ser un producto silogístico de la razón.
Y la da a quien la pide con humildad.
Por tanto, si usted, lector (creyente o ateo, eclesiástico o seglar, científico o teólogo) no siente nacer o no siente crecer en m alma la llama luminosa y cálida de la Fe en estos mensajes celestes, no se desanime por eso: pídala y búsquela con insistencia.
Pídala humildemente, como niño pequeño, apeándose, aunque sea momentáneamente, de su ateísmo, de su cientificismo o de su teologismo, que le impide ver la luz y sentir el suave calor de esa llama. Pídala, con confianza, al Ser Necesario del que todo ser contingente (también usted) depende. Pídala con amor al Amor Infinito del que todo amor (también el que usted merece como imagen de Dios) procede.
Acérquese a quienes hemos estado en ese maravilloso lugar y podemos informarle.
Y cuando usted sienta que esa llama comienza a iluminar y encender su alma, ayúdenos a difundir estos urgentes mensajes y muchísimos otros de los que depende la salvación del mundo. La mies es mucha y los obreros pocos y... ya se nos está acabando el día, porque ya avanza la noche oscura de la historia.
Pero junto a ella, detrás de ella, pegada a ella, también avanza la aurora radiante: la segunda venida del Señor, acontecimiento clave al que se ordenan todos los sucesos de la dramática hora actual, hora de grandeza, hora de heroísmo, hora de Dios.
... "


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Hasta aquí el Dr. Gerardo R. Alfaro. Publicamos a continuación los documentos adjuntos a este estudio, a saber: 
bulletCarta al Cardenal-Arzobispo de Sevilla
bulletDatos históricos
bulletCarta al Santo Padre, Papa Pablo VI.


Orden de los Carmelitas de la Santa Faz en compañía de Jesús, María y José